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Isabella es una amiga mía a quien conozco desde hace poco tiempo. Un día, mientras estábamos juntos, me dijo que sabía conducir, y dudé de ella. Me pidió que la dejara conducir mi coche. Acepté, y fuimos a mi coche. Al entrar, Isabella me instruyó para que no le hablara o le dijera qué hacer; ella quería aprender por su cuenta y demostrar que podía conducir. Es increíble—se quita los zapatos y menciona que prefiere conducir descalza porque puede sentir los pedales mejor.
Inicialmente, no está muy segura de qué hacer. Varias veces, presiona el acelerador todo el camino hacia abajo, empujando el motor al límite.
Este fue, sin duda, uno de los mejores días; Isabella ciertamente no conduce muy bien y a menudo empuja el motor a su límite.
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