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Sola en una celda, Diana contempla su destino. Cuando llega el guardia, su cuerpo delgado y suave soporta torturas que nunca imaginó. Colgada de las barras de la celda por sus muñecas parece serio, pero luego, cuando se aplica el látigo para marcar su piel delicada, comienza a imaginar cosas peores. La tensión aumenta cuando levantan sus piernas por encima de su cabeza, lo que expone su trasero, su culo y su vagina para ser usados. Un consolador la golpea en su vagina hasta que se desmaya. Los tormentos continúan con un látigo y más azotes. Son las alfileres en las telas las que son peores. Sus labios delicados de la vagina soportan una docena. El guardia utiliza los alfileres para abrir su vagina y llenarla con un gran consolador azul.<\/p>"