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Cada vez que Martín me tiene boca abajo y abierta, sé que van a pasar cosas malas... como la prisión de una sola barra que me abre y me entierra profundamente. Solo estar acostada en la mesa con mi trasero arriba y mis piernas abiertas me pone en un estado de ánimo y establece el tono para un encuentro zorruno.<\/p>
En este punto, mis codos y mi coleta están anclados al techo y ese breve descanso en el que Martín da un paso atrás para pensar su próximo movimiento aumenta la anticipación. Mientras marino en mi sufrimiento, él regresa, desliza el consolador entre mis piernas y fija el abrehuevos en su lugar. Haciéndome sentir el pene en toda su gloria, me deja allí por un rato antes de regresar con el varita. Sobrecargada de incomodidad y placer, comienzo a correrme justo cuando él termina de montar la varita en mi clítor.<\/p>"